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 El Cielo sobre Berlín, director: Wim Wenders

Por Arturo Grijalva

El amor por un mortal

Dos ángeles observan el mundo, mejor dicho lo desean. Mientras tratan de reconfortar a los humanos en sus momentos de pena y dolor, se instala en ellos el deseo de vivir las experiencias que día a día deben solo atestiguar. En uno de ellos crece tanto este anhelo que decide sacrificar su inmortalidad para convertirse en hombre.

Al igual que le pasó a Circe con Odiseo o a Perseo con Andrómeda, Damiel se enamora de la mortalidad de Marion. El ángel reniega de su envestidura divina, una armadura que malbarata en un bazar de antigüedades, por una mujer que se gana la vida como trapecista, una performer del vuelo.

Poema social

El Cielo sobre Berlín se puede leer como la conjunción acertada de varios textos: está la grandiosa película creada por Wim Wenders, pero también el poema “Cuando el niño era niño”, que Damiel escribe y recita en un acto que configura el ritmo del filme. Existe también como documento social que retrata la arquitectura de una ciudad que había cambiado tras las guerras y que cambiaría de nuevo muy pronto.

En el filme podemos presenciar la Columna de la Victoria en el horizonte, sentarnos al lado de los ángeles en la Biblioteca Estatal de Berlín o caminar con ellos por el baldío de la Postdamer Platz, destruida durante la Segunda Guerra Mundial y reconstruida tras la caída del Muro de Berlín que, con sus graffitis, se vuelve otro protagonista de la película.

 Mecanismos formales

El Cielo sobre Berlín es todas estas cosas al mismo tiempo: destaca su intención de mostrar lugares de Berlín que habían sido destruidos o alterados durante el tiempo que Wenders vivió en los Estados Unidos; pero también es un llamado a la unificación, de las dos Alemanias en un sentido particular, de la humanidad tras una lectura general.

La oposición o dicotomía se plantea como eje temático del texto gracias a dos mecanismos formales que cruzan toda la película: el uso de la voz en off para representar los monólogos internos, idea de Peter Handke, quien escribió gran parte de los diálogos, las narraciones poéticas y el poema; además del uso de fotografía sepia para filmar el punto de vista de los ángeles y de color para el de los humanos, técnica que Henri Alekan adopta de A Matter of Life and Death, de Powell y Pressburger.

 Disolver las barreras

Entre la infancia y la adultez, la inocencia y la culpa, la divinidad y lo humano, el color y su ausencia, la historia se jalonea entre los opuestos al tiempo que la filmación se acerca cada vez más a un Muro recreado en estudio ya que se consideraba un delito grabarlo. Un Muro similar al que sería derrumbado en unos años más para unificar la nación, es el que derriba Damiel quien, en una declaración de amor por la humanidad, expone el imaginario alemán, dividido por un muro físico y una diatriba espiritual.

Esta barrera que divide tanto a las dos Alemanias, como a los ángeles de los humanos, al inicio del filme se sitúa entre el espectador y la comprensión: cuando el metraje arranca, la yuxtaposición entre la lectura del poema, los diálogos entre los ángeles y los soliloquios mentales, voces todas que expresan dudas existenciales que colman a seres solitarios y angustiados, hace la primera parte de la historia un poco difícil de seguir.

 La ironía de la libertad

Con el tiempo, que juega en la película un papel extremadamente importante, comprendemos el hilo conductor de una historia que comienza como una obra de arte experimental y que culmina como una historia romántica sin sacrificar un ápice su profundidad temática y su audacia formal. Tras algunos percances que generan notas de suspenso, la trama se resuelve con el encuentro y reconocimiento de Damiel y Marion. Irónicamente, cuando el ángel abraza su deseo alcanza su libertad, cuando renuncia a sus alas se vuelve libre.

 

Más allá de sus cualidades en guion, dirección o fotografía, El Cielo sobre Berlín brilla también por sus actuaciones, entre las que destacan los papeles de Damiel, protagonizado por Bruno Ganz, a quien todos recordaremos por su interpretación de Adolf Hitler, y de Marion, actuado por Solveig Dommartin, quien tomó un curso de acrobacias y no utilizó doble de riesgo para su debut actoral. Aquí merece la pena mencionar también la aparición de Nick Cave and The Bad Seed, banda que entonces residía en Berlín Occidental y que era frecuente ver en las tocadas góticas de la ciudad.

 Conclusión 

El Cielo sobre Berlín tuvo dos ecos muy disimiles entre sí: en 1993 Wim Wenders filmó una continuación a la historia llamada In weiter Ferne, so nah! y en 1998 se realizó una adaptación en Hollywood titulada City of Angels. La primera resulta interesante porque cuenta con las actuaciones de Lou Reed o Willem Dafoe y nos permite ver los cambios sucedidos en la ciudad tras la caída del Muro; la segunda pierde todo su contexto histórico en favor de una trama romántica protagonizada por Meg Ryan y Nicolas Cage y se le puede reprochar el que simplifique el tema o la forma, aunque de su lectura se extrae igualmente lo que, en mi opinión, es la tesis fundamental de la obra maestra de Wim Wenders: la belleza de la vida, su valor, deriva precisamente de su carácter efímero.


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