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Un lugar para aprender inglés a través del juego, experiencias sensoriales, ejercicios de yoga, mindfulness y que además está comprometido con el medio ambiente es lo que desde hace dos años ofrece Nanía. Este proyecto fue desarrollado por Grecia Nápoles, quien desde muy temprana edad descubrió su afición por los idiomas y el diseño, los dos pilares de su concepto de aprendizaje.

“Los amores de mi vida son dos, uno es el lenguaje, los idiomas, y otro es el diseño. El amor de mi vida desde que tenía 12 años es el lenguaje y, desde que tengo memoria, ha sido el diseño. Entonces, cuando empezó Nanía tenía el capricho de hacer algo que tuviera que ver con diseño y que pudiera envolver la temática de las actividades que realizamos” y fue gracias a ello que se logró la creación de este espacio lleno de color en el que, mientras de adquiere un segundo idioma, se pueden simular experiencias como visitar un museo o un laboratorio.

En Nanía no solo importa el aprendizaje, también está siempre presente el compromiso de construir una mejor comunidad para todos sus integrantes. En un segundo piso de la colonia La Esperanza, se encuentra la no-escuela de idiomas a la que todos hubiéramos querido asistir cuando niños: un lugar que no tiene aulas, butacas o exámenes, sino murales realizados con pintura ecológica, muebles hechos con material reciclado y elementos didácticos confeccionados de forma casera. No hay restricciones para la creatividad y durante las secuencias de enseñanza se interactúa con todos los elementos del entorno, que sirven no solo como material educativo, sino como medios de expresión para cada uno de los asistentes.

 

“Las actividades están divididas en secciones. En los murales vienen por colores, el museo es azul, el laboratorio es naranja, el bosque es verde y la ciudad es color amarillo. Cada temática tiene diversas finalidades, por ejemplo, en el museo hacemos cosas de arte, dibujamos, pintamos; en la ciudad hacemos juego de rol; en el laboratorio vemos la cuestión de cómo armar las palabras, cómo armar una frase; el bosque lo utilizamos para contar historias y para ejercicios de mindfulness.”

Pero, ¿cómo es que surgió esta innovadora propuesta? Grecia estudió letras hispánicas en la Universidad de Guadalajara y se especializó en lingüística. Fue durante sus últimos semestres en la carrera cuando comenzó a estudiar cómo la dimensión afectiva que se tiene respecto a una lengua interviene en la facilidad con la que esta se aprende, lo cual, dice, le resultó fascinante. Sus conocimientos teóricos y las reflexiones sobre sus experiencias de aprendizaje, la llevaron a querer experimentar al respecto:

 

“Yo quise empezar a hacer una secuencia de aprendizaje donde estuviera poniendo juegos. Lo pensé como para niños porque, al momento de que descubrí eso, estuve haciendo reflexión en mi vida personal de cómo era que había aprendido francés tan fácilmente y recordé que cuando era niña mi mamá me ponía mucha música en italiano y francés. Lo ponía siempre los sábados en la mañana, un momento en el que estaba toda la familia reunida, y hasta el aire se siente distinto los sábados en la mañana, por eso yo tenía una impresión muy positiva sobre esos idiomas y por eso después se me facilitaba aprender otros idiomas. Ahí hizo click lo que había estudiado en la teoría y mi experiencia personal.”

 

Nanía se constituyó formalmente como una empresa del ámbito educativo debido al éxito del experimento, el apoyo de todos los involucrados y la voluntad de su creadora para sacarlo adelante a pesar no tener experiencia en cuestiones administrativas o de emprendimiento, ámbito en el que tuvo que capacitarse para hacer crecer el proyecto.

 

“Empecé con estas técnicas porque quería experimentar, ver a la persona cuando está aprendiendo el idioma. En ese momento la hija de unos amigos tenía tres años y medio, entonces les pedí permiso para darle clases de inglés mediante estas técnicas, que eran puros juegos. Resultó que a la niña le encantó y sus papás me dijeron que habían estado buscando una actividad así, de aprendizaje, pero muy lúdica, entonces me dijeron que por qué no lo hacía un negocio, porque por su experiencia sabían que es algo les hacía falta a los niños. Yo les dije que no porque estaba en último semestre de la universidad y mis planes eran otros. Al final me convencieron, les platiqué a unos vecinos que también trajeron a sus niños y así fue como empezó. La cuestión del negocio sí fue algo difícil porque era algo en lo que no tenía experiencia, creo que es algo en lo que sí he batallado.”

Si bien al principio eran solo Grecia y los niños jugando a aprender inglés, actualmente el proyecto cuenta con un equipo de asesoría a nivel pedagógico, psicológico y de marketing. Con ello se garantiza que todas las actividades implementadas tengan el mayor provecho para el desarrollo de los niños y que la comunidad siga creciendo.

Aunque nadie pone en duda la importancia de conocer un segundo idioma, ni el papel hegemónico del inglés en un mundo manejado por intereses económicos, la experiencia que ofrece Nanía va más allá de lograr un dominio de esta lengua en un tiempo determinado. El objetivo es que el proceso se convierta en una experiencia positiva, que los involucrados puedan relacionarse de manera afectiva con la experiencia de aprendizaje al mismo tiempo que desarrollan otras habilidades, por ejemplo, artísticas y sociales, estrategia que podría aplicarse a cualquier asignatura.

 

“Para mí los idiomas se tratan más de disfrutar el proceso de aprendizaje que llevarlo hacia un enfoque meramente económico. Claro que el inglés tiene una importancia sustanciosa en cuestión de oportunidades de trabajo o estudiar en otros países, pero parte de la meta es disfrutar el proceso, porque concentrarte solamente en la meta te sirve como motivación, pero si no lo ves de manera inmediata causa frustración. Por eso, uno de los aspectos que queríamos para Nanía es que fuera satisfactorio el simple hecho de tenerte aquí, por eso todo esto de estar jugando con los aspectos de diseño, de que fuera algo de caricatura, que en lugar de estar sentado en una mesa viendo un libro, fuera como meterte en el libro. Por eso los murales, que los materiales fueran tridimensionales para que los niños pudieran jugar con ellos. A veces hasta los lanzamos y cosas así, para que, aparte de aprender una palabra, tengas una experiencia de sensaciones.”

Nanía trabaja con niños de 4 a 12 años en tres distintos grupos de máximo seis personas. La diferencia entre los grupos es que las actividades están adaptadas a cada etapa de desarrollo. Pero no solo los más pequeños pueden divertirse mientras aprenden un idioma. El método desarrollado en este espacio puede funcionar para personas de cualquier edad.

 

Para conocer más sobre este proyecto te recomendamos buscarlo en redes sociales como Nanía Apendizaje y Nanía Team Up.

 


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