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Presiente Andrés Manuel López Obrador en conferencia de prensa.

 

Por Daniel Ramírez

 

Actualmente, nuestro estado mexicano ignora las lecciones que su pasado le ha heredado, provocando que su andanza continúe con tropiezos debido a la polarización política e ideológica, el cual exhibe una clara división entre compatriotas y que se acentúa por los medios de comunicación tanto tradicionales como los virtuales.

 

Sin duda, la fragmentación ha sido uno de los factores más dañinos para el país a lo largo de su Historia; ésta se cristaliza entre quienes se asumen como defensores o como críticos de un proyecto, de una ideología y/o de una figura política y los que se debaten entre la esperanza y la incertidumbre acerca del futuro de México.

 

La mayoría de los periodistas en la nación no ha encontrado su lugar en esta transición, el ascenso al gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Se ubican en una situación complicada: pretenden ser una alternativa crítica pero no han hallado la fórmula de ser contestatarios ante un gobierno de oposición (al neoliberalismo). Se autovictimizan y creen que su labor es realizar preguntas que llaman «incómodas». Convendría que sus cuestionamientos visualicen situaciones controversiales, como lo acontecido con la liberación de Ovidio Guzmán, hijo de “el Chapo” Guzmán, y no solo tratar de satisfacer sus deseos de ser «alternativos» o agradar a sus patrones.

 

México se caracteriza por vivir polarizado con diferentes figuras de antagonismo político e ideológico que fracturan el tejido de nuestra sociedad; hoy el germen de tal división se asoma con discursos de odio descalificadores desde su posición socioeconómica y a la vez apelan a intereses propios. Esta situación resalta por un descafeinado manejo de la información por parte de periodistas caprichosos en los diferentes medios de comunicación pero también se siembra incertidumbre por la postura del presidente quien declara “el país está feliz, feliz, feliz”.

 

El destino de la polarización es impredecible. El estado actual, respaldado por la Historia, evidencia el resultado de lo que producen las masas en los individuos de la mano de un ejercicio periodístico miope, ineficiente, al cual se suman los discursos del actual presidente que por cierto, no permiten ver claramente la veracidad de sus famosos “otros datos”. En este punto, el pueblo se halla entre dimes y diretes preguntándose ¿dónde está la verdad?


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