Comparte en redes sociales

 

Coloquio sobre políticas culturales en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara

 

POR: Daniel Ramírez

 

¿De qué hablamos al tratarse de políticas culturales? Es una interrogante compleja de descifrar tal y como son el ser humano y la cultura misma. No obstante, existen intentos de hallar puntos de vista que logren articularse para otorgar una respuesta clara en torno a la formulación de una política cultural en la que todas las personas seamos participes en la vivencia plena de nuestros derechos culturales.

 

De esta forma emerge el Coloquio de Políticas Culturales llevado a cabo en el marco de la Feria Internacional del Libro, en su edición número 33. En una mesa moderada por el escritor y comunicador Nicolás Alvarado, en la que se reunieron diferentes agentes de la cultura como Aurora Cano, actriz y directora de teatro, el vocero de la Secretaría de Cultura, Antonio Marvel, el también actor y director, Diego Luna, además del ex alcalde de Los Angeles, Antonio Villaraigosa, expusieron sus reflexiones acerca de las interrogantes y los desafíos que giran alrededor de una política cultural varada en un umbral que no causa seguridad sino incertidumbre.

 

Aurora abrió el coloquio con una breve contextualización en la que abarca los principales planteamientos políticos y económicos que han regido la vida social: en primera instancia, desde la ideología izquierdista, presenta un modelo el cual consiste en que el Estado financia totalmente todo proyecto cultural, sin importar su procedencia corriendo el riesgo de que se tome el total control de los contenidos tornándolos en propaganda partidista y nacionalista: por otro lado, la postura derechista (neoliberal) asume la reducción de la participación del Estado para impulsar una mayor acción de la sociedad civil, la cual se ve obstaculizada dado que depende del sector privado para fondear los proyectos, esto significa que al final de cuentas, aún se apela a los intereses particulares de unos cuantos que continuan enriqueciéndose a costa del pueblo.

 

Dos modelos de ejercer la política cultural que siguen distantes entre sí dejando en medio a la pobre cultura sometida a intereses y a cuestiones relacionadas con su valor económico.

 

Por su parte, Diego Luna emite un discurso optimista en el que arroja a la ciudadanía como el eje principal de una política integral e incluyente que se encamine al encuentro con el suceso cultural para transformar la realidad en la que vivimos y llenar esos vacíos culturales traducidos en pobreza de todo tipo. El actor apuesta por una construcción de una política cultural desde la participación ciudadana.

 

Antonio Marvel es contundente al señalar el desapego que hay entre la clase política y la sociedad, afirma que existe un desarraigo, y quizás un desinterés con tintes de indolencia, en lo que verdaderamente ocurre en las calles y en las zonas marginadas. Por lo pronto, propone dos aspectos importantes: el primero es que desde la Secretaría de Cultura, se visibilicen estas desigualdades; el segundo se relaciona con la comprensión de estas brechas, es decir que se diagnostiquen las necesidades culturales y por ende, se diseñen estrategias adecuadas para subsanarlas.

 

Por último, Antonio Villareigosa se planta desde los valores que toda sociedad debe compartir y asumir como fundantes para una participación cívica activa y consciente. La libertad, la igualdad y la justicia son los ingredientes que la ciudadanía debe considerar para reducir las desigualdades y edificar una vida social tanto democrática como soberana, esto impulsado por una política cultural diseñada desde las entrañas de una comunidad.

 

¿A qué llegamos con este encuentro y estas ideas? Mis conclusiones son que los ciudadanos nos constituimos y construimos nuestra visión del mundo saliendo a las calles, desarrollando un sentido de pertenencia y de identidad, protegiendo nuestras raíces, despertando nuestra consciencia sociohistórica, yendo al cine, al teatro, a los conciertos y museos, escuchando música, leyendo y escribiendo, entre otras acciones que tejen la cultura. Subrayo entonces que las políticas culturales ocupan de dichos aspectos porque intervienen en todo aquello que enriquece y educa a las personas que habitamos y coexistimos en el espacio social.

 

Construir políticas culturales implica constatar la falta de fomento, la desigualdad en el acceso y la necesidad de generar mecanismos que permitan un mayor intercambio de capitales simbólicos. La cultura es un bien público y un derecho de todos/as, sin embargo esta definición presenta una visión reduccionista puesto que es sumamente diversa desde su morfología y sus múltiples formas de ser significada, ahí está el primer obstáculo, ahí se produce la penumbra que envuelve al establecimiento de una política sólida que involucre a todas las personas. Yo simplemente me pregunto ¿qué clase de política cultural es la que necesitamos en estos tiempos tan inciertos?


Comparte en redes sociales

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *