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Por E. Daniel Ramírez Silva

 

Querido/a lector/a, sepa usted que con este artículo intentaré establecer una reflexión acerca del ocio en esta coyuntura de pandemia y cuarentena originada por el COVID-19, puesto que acentúa una serie de problemas que han estado desarrollándose dentro de un estilo de vida ajetreado causado por la denominada sociedad apresurada y un capitalismo voraz.

 

Hoy enfrentamos al virus que detiene al mundo y que fue identificado apenas hace unos meses. Su efectiva propagación ha provocado que por momentos la pandemia vaya un paso adelante de las estrategias para frenarla. Una situación sanitaria que ha paralizado a millones de personas alrededor del mundo, obligándolas al confinamiento generando nuevas formas de interacción social pero también resalta las dificultades que implica o que representa “estar encerrados”. Por la misma condición de encierro, se perciben mensajes en redes sociales que llaman la atención y se convierte en el foco principal para esta reflexión.

 

La sociedad apresurada nos tiene -o tenía- a todos en un vertiginosa carrera por el éxito y la felicidad que se convierten en verdaderas prisiones que nos sumergen en una tremenda inconsciencia en torno a lo que nos pasa en y con nosotros; estamos en un ritmo de vida acelerado que sigue la sociedad a causa de sentir que le falta tiempo para realizar todas las actividades que se tienen que hacer durante el día, esto precisa el estilo de vida que, debido a los compromisos laborales, escolares y/o sociales disponen de escaso tiempo libre. En toda esta dinámica se difumina nuestra esencia humana, se “vive” con la angustia y la frustración de no hacer siempre todo lo que se puede, y si no se triunfa, estamos condenados a la mediocridad. Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando; es la infame lógica del neoliberalismo que culmina en el síndrome de burnout. Y la consecuencia es la alienación de uno mismo, que en lo psicológico se traduce en trastornos del estado del animo como aburrimiento, ansiedad, miedo, angustia, frustración, estrés, desesperanza e incluso depresión.

 

Ahora que hemos metido freno de mano a esta vertiginosidad de la vida apresurada, se observa que las personas en este obligado confinamiento no soportan estar quietas, incluso podría decirse que rehuyen de algo más profundo: de estar consigo mismas. Se emiten mensajes referentes a lo fácil que caen en el aburrimiento, la angustia que causa toda la situación, la ansiedad que les provoca el intentar estar en paz, entre otras cuestiones que reflejan aquellos padecimientos a los que no les prestamos atención por tanta velocidad, provoca al mismo tiempo una sensación de improductividad y de pérdida de tiempo, que en realidad son juicios de valor, forman parte de un lenguaje economicista y con tintes neoliberales.

 

En medio de esta crisis, puede haber una luz al final de este túnel y el ocio será el elemento que nos guíe a ella pero no podrá por sí solo dado que también ha sufrido las consecuencias de la sociedad apresurada pero habría que aferrarse a que el ocio, hoy más que nunca, representa una oportunidad de encontrarnos con nosotros mismos, de descubrir(nos) y disfrutar(nos) a pesar de la adversidad que hay al momento de cruzar las puertas de nuestros hogares.

 

Se cristaliza, con la gran cantidad de tiempo libre del que ahora disponemos, que hay quienes tienden a aburrirse o a frustrarse pero el ocio constituye un camino verdadero al autoconocimiento. Lo que se le presenta a la consciencia mientras se está de ocioso muchas veces proviene de las profundidades del yo inconsciente aunque esa información puede no ser del todo agradable.

 

La fobia al ocio (o en su defecto, su represión) de largo tiempo nos ha conducido casi inexorablemente a nuestra obsesión con estar ocupados tratando de ser exitosos, productivos y felices. El ajetreo es perjudicial para el cerebro y que a largo plazo puede implicar consecuencias graves para la salud. A corto plazo, el ajetreo destruye la creatividad, el autoconocimiento, el bienestar emocional, la capacidad de entablar relaciones interpersonales y daña incluso la salud física.

 

El ocio impulsa al individuo a que se entrega de manera completamente voluntaria para desarrollar su formación desinteresada y su participación social, entonces lo asumimos como un factor de desarrollo humano en el que resulta determinante la vivencia de libertad y sensación placentera porque lo importante en el ocio no son tanto las actividades a realizar como la significación que estas tienen para las personas, su posible provecho para la formación personal y desarrollo social.

 

Ahora en el contexto de cuarentena, puede manifestarse en cualquier persona que se halle en este confinamiento pues no está sujeto a un esquema riguroso y predeterminado impuesto externamente y tiene la oportunidad de hacer nada, o bien cuenta con la libertad de dejar vagar el pensamiento hacia donde sea que lo lleven las ideas que se presentan en la consciencia en ausencia de las absorbentes ocupaciones. Las verdaderas percepciones, sean creativas, afectuosas o sociales, solo pueden generarse en los momentos de ocio.

 

Desde esta perspectiva, es este momento, para quienes han podido “cuarentenarse” representa el estar siendo en el que las personas se encuentran, paradójicamente podremos ser libres en el encierro, y su inclinación natural hacia la contemplación de la verdad (primero la interna), la búsqueda de un modelo de vida en el bien y practicarlo. Entonces, el ocio es una parte esencial en la concepción del ser humano al tratar de comprender el mundo tanto interno como externo.

 

No es optimismo lo que se plantea, sino es una simple descripción de lo que provoca el ocio pero estar siempre activos tratando de ser productivos alcanzando el éxito y una obligada felicidad no nos permite apreciarlo, lo hemos ahogado, al mismo tiempo, por no alcanzar nuestros objetivos -¿serán realmente nuestros o serán imposiciones sutiles?- nos causa frustración, sensaciones de mediocridad, angustia, estrés y que puede llevar a la depresión. La cuarentena, desde esta noción, ha colocado estos problemas en la óptica para realizar un análisis más profundo, el cual intervenga para que las personas puedan descubrir su ocio y que, una vez de vuelta a la cotidianidad, se viva una vida basada en éste, no por obligación, no porque tenga un propósito, en todo caso dejaría de ser ocio, sino porque genuina y naturalmente se de.

 

Vale la pena señalar que no hay un ocio, sino ocios, en plural, por la misma diversidad. Éste es inherente al ser humano, es y está en nosotros; esta cuarentena que para tantos ha representado aburrimiento, fastidio, miedo, estrés y otros tantos padecimientos cuyas causas se le atribuyen a la vida ajetreada tejida por una sociedad apresurada, podríamos encausarla a que a una sensación de estar consigo mismo y no represente una tortura sino el mero goce de ser.


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