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Apreciable lector/a, siempre es agradable tenerle aquí; en esta ocasión nos reúne un tema que seguramente le será de mucho interés. Las diversas significaciones con que dotamos al patrimonio cultural, dependen del contexto cultural, social y político en el que se halle inmerso, esto causa “nuevas” connotaciones por parte de la comunidad o del grupo social que arropa sus bienes culturales. Sin embargo, hay ocasiones en las que históricamente se nos presentan sucesos que marcan profundamente la memoria y los corazones de quienes conforman dicha comunidad; muchas veces vienen empapados de sangre de inocentes y esas vidas arrebatadas que ahora luchan para no quedar en el olvido, representan una exhaustiva e interminable batalla por la justicia. Como resultado, el patrimonio cultural cobra un nuevo papel en la dinámica de un determinado lugar.
 

Un ejemplo claro de lo anterior es el caso de la Glorieta de los Niños Héroes, ubicada en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, monumento que en la actualidad ha sido renombrado como la Glorieta de las y los desaparecidos. Este resignificado nos remite inmediatamente a la angustiante y asfixiante violencia que se ha apoderado de nuestra cotidianidad. Pero antes de abordar el caso, es necesario relatarle un poco de la historia de este sitio que forma parte de la identidad de la Perla Tapatía.

 

La Glorieta de los Niños Héroes es un monumento cuya función consiste (o consistía), en conmemorar la Batalla de Chapultepec (Ciudad de México, 13 de septiembre de 1847), en la que siete jóvenes cadetes de la escuela militar: Agustín Melgar, Fernando Montes de Oca, Francisco Márquez, Juan de la Barrera, Vicente Suárez y el famoso Juan Escutia, dieron la vida al intentar proteger el Castillo de Chapultepec de los invasores estadounidenses. La glorieta es obra del escultor Juan Fernando Olaguíbel Rosenzweig, quien además esculpió otras obras icónicas que se encuentran a lo largo y ancho de México, como la Diana Cazadora, la Fuente de Petróleos, el monumento al Pípila, entre otros; asimismo, el arquitecto Vicente Morales Mendiola fue el encargado de darle vida al diseño en el año de 1950.

 

La Glorieta de los Niños Héroes consta de una amplia explanada, en cuyo centro sobresale una columna de aproximadamente 50 metros de altura. En la parte más alta está instaurada una escultura de figura femenina hecha de cantera rosa, que simboliza a la Patria; se encuentra cubierta por una túnica y en sus manos sostiene una guirnalda; a sus pies se halla un águila parada en un nopal, devorando una serpiente que simula el escudo nacional. En la parte baja y frontal se encuentran las esculturas de los Niños Héroes con una inscripción en bronce, la cual señala: “Murieron por la patria”.

 

Esta glorieta se ubica en la intersección de las avenidas Mariano Otero, Niños Héroes y Chapultepec, el andador de esta última es uno de los más concurridos en lo que respecta a comercios y actividades culturales. Este monumento constituye parte de la esencia de la ciudad de Guadalajara, sin duda alguna funge como uno de los principales referentes de las y los tapatíos, es también símbolo de unión y cohesión social, pues ha sido escenario de eventos masivos. Es uno de los puntos de encuentro, junto con la Minerva, para la organización de marchas y manifestaciones, así como el festejo de logros deportivos, particularmente cuando un equipo de fútbol local obtiene una victoria. Con toda certeza representa parte de la historia mexicana, y para las y los tapatíos es nuestro patrimonio.

 

Sin embargo, la ola de violencia que nos aqueja desde hace años, nos ha orillado a que le demos otro significado a este inmueble, a tal grado, que decidimos renombrarlo como la Glorieta de las y los desaparecidos. Este nuevo bautizo ocurre tras la desaparición de Javier Salomón Aceves, Jesús Daniel Díaz y Marco Francisco García, estudiantes de la carrera de cine de la Universidad de Medios Audiovisuales (CAAV), en la primavera del 2018 (como otras miles de personas de quienes a la fecha se desconoce su paradero). Esta es una herida profunda en el corazón tapatío que no acaba de cicatrizar (nunca lo hará); duele y arde, pues las desapariciones no cesan, las víctimas de estas atrocidades jamás volverán a estar con sus familias, ni con sus seres queridos; sin explicación alguna han dejado de habitar la ciudad.

 

De ahí que la Glorieta de los Niños Héroes ahora es la Glorieta de las y los desaparecidos, su significado y su valor adquiere otra connotación, una que cala, una que nos evoca el sufrimiento de madres, padres, hermanos, hermanas, esposas, esposos, amigos y demás, que han perdido a alguien cercano. Ahora este monumento funge como un inamovible y lamentable recordatorio para las autoridades de todos los niveles que nuestra ciudad, nuestra gente, está herida, tiene miedo y se siente insegura, pero tiene un hambre voraz de justicia. La glorieta se ha convertido en el tangible grito inconforme y afligido que demanda a los gobernantes: “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”. Deseamos que nuestras y nuestros desaparecidos regresen con sus familias, y con ellos la paz en esta ciudad que lucha día a día para no quedar enterrada en una fosa común, para no ser desterrada en las lejanas tierras del olvido.


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