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Actualizado: 9 de abr de 2019

J.Luis Seefoó Luján

jlseefoo@hotmail.com

 
 

Como suele suceder, los políticos siempre transfieren la culpa a todos o a nadie; a la naturaleza o a eventos de los cuales no se tiene control.

En el caso de la contaminación por heces fecales y deterioro en general del Parque Nacional de Camécuaro, resulta útil cultivar la idea de “no buscar culpables” pues el conducir las aguas residuales data de hace muchos años. Entonces, ni Arturo Hernández Vázquez, alcalde anterior, ni quienes lo precedieron, tienen responsabilidad alguna. Por cierto, en esos años, Ciclo de Vida mostró con estudios de un laboratorio local el nivel de contaminación por coliformes y comentó las deficiencias de los famosos biodigestores.

Con la información recabada y las propias declaraciones de los funcionarios de Tangancícuaro en las reuniones del día 13 de marzo se corrobora que: a). el excremento vertido en el arroyo de Camécuaro es real; b). no existe programa de manejo del parque; c) se toman decisiones emergentes en situaciones críticas; y, c). ninguna autoridad a atendido el parque como un área natural protegida.

Un hecho relevante es que las autoridades de Tangancícuaro vinculadas con el parque acudieron a las dos reuniones informativas que tuvieron lugar en El Colegio de Michoacán el pasado día 13. Remarco el punto porque no es común que los alcaldes ni los directivos de algún servicio o departamento se presenten en foros ciudadanos.

También importante que acepten transparentar el proyecto de la obra, la participación crítica de los ciudadanos en la elaboración del programa de manejo y el manejo de los recursos. En lo inmediato será lamentable que vuelvan a sepultar tinacos de plástico llamados biodigestores sin tener en consideración otras opciones. Veremos que esto no sea sólo un comportamiento coyuntural derivado de la presión social que no ha sido poca.

A continuación transcribo el texto que hice circular en las reuniones informativas del 13.

¿Qué remedia el drenaje de Camécuaro?

Antier escuchamos que Rafael Melgoza Mercado, alcalde de Tangancícuaro, comunicaba algunas medidas: a) clausurar los excusados de Camécuaro; b). colocar sanitarios portátiles; c). proyectar la obra de conducción de aguas residuales 1500 metros aguas abajo; d). proponer (con orientación de la Comisión Estatal de Aguas y Cuencas) el tratamiento más adecuado de las aguas residuales.

No está mal la reacción y propuesta; ahora habrá que abordar el asunto de un modo más completo, pensando en el parque como una totalidad, definiendo jurisdicciones, elaborando el programa de manejo (si existe, darlo a conocer). Parece posible avanzar aunque no compartamos todo lo que Rafael expresó.

Excavar una zanca, colocar un nuevo ducto de 980 metros  para desalojar las aguas residuales desde los sanitarios y negocios instalados en la ribera de Camécuaro hasta el arroyo que forma el lago, reduce la contaminación por coliformes en el cuerpo principal de agua, pero la  transfiere aguas abajo. De 700 metros se coloca la descarga 280 metros más lejos con el nuevo ducto de PVC, 25 cm de diámetro).

En la actualidad están instalados dos ductos que  datan de hace muchos años: uno en la margen izquierda que descarga a unos metros del puente colgante;  el segundo, en la derecha, desemboca un poco más retirado. Su deterioro no es reciente y sus efectos contaminantes tampoco. Tanto el patronato como el gobierno municipal tenían conocimiento pleno de esa situación.

La identificación de coliformes, provenientes de las aguas negras del hotel, de sanitarios y puestos, conducidas por el defectuoso drenaje, estimó en 930 NMP/ 100 ml (Moncayo, 2010), cifra superior a los 75 NMP/100 ml registrados por Carlos Escalera (2000), ambos investigadores del Centro Interdisciplinario de Investigaciones para el Desarrollo (CIIDIR), dependiente del Instituto Politécnico Nacional. Mediciones de hace cinco años (junio de 2013) refieren indicios menores de contaminación por materia fecal: Escherichia coli, 4 NMP/100 ml; coliformes totales 9 NMP/100 ml (Silva García, et al, 2016) y estas cifras que se encontraban debajo de los límites permitidos (100 en 10 ml), es probable que hayan aumentado.

El problema de Camécuaro no es el nuevo drenaje, éste es sólo el iceberg de una situación más grave que se ha soslayado o no se ha querido enfrentar por los diferentes intereses que se cruzan y por la yuxtaposición de entidades públicas y privadas.

La cuestión es cómo se concibe el parque nacional, cómo en los hechos -no en las declaraciones políticas- es entendida esa área natural (des) protegida. Si se define en términos denegocios de corto plazo, entonces lo más importante es el cobro de las entradas, el derecho de piso (aprovechamiento, derecho) de los restaurantes y hotelería, la venta de cerveza y otras bebidas, las artesanías, los recorridos en lancha, el cobro por acampar, el uso de  sanitarios y el estacionamiento. Si el objetivo es el ingreso monetario inmediato; si el parque nacional es la “caja chica” de los gobernantes en turno, no importa que se deterioren el bosque, suelo, agua, bosque ni la fauna acuática

Pero, si en los documentos formales, en los planes concretos y en la mente de las autoridades municipales -incluyendo al patronato- son centrales los servicios ambientales del parque y es parte de la cuenca Duero-Lerma, entonces se debe rehabilitar y conservar integralmente ese espacio cerro de la Cruz, lago y arroyo con el bosque de galería. Bajo una concepción así, los sabinos (ahuehuetes) serían más valiosos que los puestos de comida y de bebidas; la vida de los peces más importante que las trompetas de los mariachis y la calidad del agua estaría situada por encima del esparcimiento de los turistas.

Es crucial precisar estas nociones guía de la política de uso y manejo del parque. Camécuaro aporta 1,751 litros por segundo que equivalen a 151,286.4 metros cúbicos en 24 horas. En un día, este lago puede cubrir la necesidad de agua-día de 605,145 habitantes a razón de 250 litros per cápita.

Otra mirada para valorar la calidad estratégica de Camécuaro es que sus 1,300 (¿?) ojos de agua generan la quinta parte (1751/8526) de toda el agua que brota de los 49-50 manantiales ubicados de Carapan a Jacona. Esta relación adquiere más peso si pensamos que la mayor urbe de la región carece de afloramientos naturales y que en una situación de catástrofe dependemos de la lluvia y de estos manantiales.

Tal vez no hace falta recordar que la vida económica de esta región descansa en la producción de fresas y que este fruto se consume en fresco. Contaminar más las aguas con heces fecales pone en riesgo la exportación de berries, principalmente de fresa. Desde luego que hoy las más de 5 mil hectáreas de fresa no se abastecen sólo de manantiales sino desde pozos profundos, pero éstos “no toman el agua de la nada”. Y seguir perforando más pozos es como colocar más popotes en el mismo vaso.

Sin duda olvidamos (y debería omitir la referencia por el desinterés generalizado) la contribución de los lagos y ríos como termo reguladores, como factores clave del clima. Nunca ha sido imposible un pronunciamiento de las cámaras, de gobiernos y ONGs a favor de la cuenca del Amazonas o de cualquier río de algún país lejano, pero cuando se trata del único río que permanentemente aporta al lago de Chapala, dudamos ¿qué hacer? Conviene saber que El Duero es la única corriente superficial que lleva algunos litros en los 365 días del año; más de 60 metros cúbicos por segundo en verano y cerca de 4 metros cúbicos por segundo, también por segundo, en tiempos de “secas” (en el estiaje).

Entonces, como parte de la “idea de lago“ que sostienen las autoridades municipales y estatales, es menester saber cuáles son los componentes de ese espacio, de ese conjunto de ecosistemas. Si, el parque está constituido por el cerro de la Cruz, el lago -como cuerpo principal- y la corriente que forma con su bosque de galería, entonces el plan de manejo del parque debe comprender esa totalidad y tratarse como parte de la cuenca del río Duero-Lerma.

Este aspecto es determinante porque el plan dispondrá las acciones realizables en un espacio claramente delimitado, la capacidad de carga del parque y los derechos y obligaciones de los sujetos que actúan en el mismo, la zona de amortiguamiento, así como el nivel de transparencia (rendición de cuentas) a que está convocado el patronato y el mismo gobierno municipal de Tangancícuaro.

El parque y su conjunto de ecosistemas interrelacionados no ha de separarse de Las Adjuntas, ni del Canal del 6, menos de su aporte al río Duero. Tampoco los cultivos deberían manejarse sin restricciones, menos por el tipo y volumen de  plaguicidas y fertilizantes usados cuyos residuos derraman al cauce de aguas limpias de Camécuaro.

En otras palabras, si Camécuaro está asignado a los negocios de plazo corto y las consecuencias medio ambientales no importan, hay que seguir defecando en el lago; si el parque seguirá siendo la caja chica de cada administración, poco importa el bosque como termo regulador. Pero, si como dicen, el agua es vital y hay que cuidar del bosque y de las montañas “que forman agua”, entonces debe valorarse su capacidad de carga.

Si, si interesa la vida de ésta y de las futuras generaciones, entonces esa obra del nuevo tubo -y las descargas del antiguo drenaje, deben suspenderse y trazar -y aplicar- un plan de manejo integral para un largo periodo, un plan más allá de los vaivenes político-administrativos.

Habrá que desarrollar más la importancia fresera de la región y del por qué el lago es vital para la agroexportación; también me falta anotar: a) la absurda yuxtaposición de autoridades y de reglas: la navegación de las lanchas depende de la capitanía de puerto localizada en Zirahuén; b) el lago es ¿federal? estatal?; c) Por qué en 78 años no ha sido posible contar con un programa  de manejo?


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