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Lo oscuro en la naturaleza humana

La obra pictórica de Santiago Fregoso

 

Negatividad en colores: Óleo sobre papel 38 x 34 cms

 

Hablar sobre la naturaleza humana ha sido, a lo largo de la historia, una de las labores más complejas por realizar. Muchos de los pensadores más lúcidos y brillantes se dieron a la tarea de ofrecernos aproximaciones al respecto, personalidades como Hobbes, Kant, Rousseau, Locke y otros tantos, se han sometido a este longevo debate en el que primeramente se propone la dicotomía en la que el ser humano posee o no naturaleza, también emerge la posibilidad de que esa naturaleza sea construida, y se suma a esta serie de paradojas que el ser humano no cuenta con naturaleza, sino que se la construye y esa capacidad de construcción es su verdadera naturaleza.

 

Scheler ha sido otro personaje que ha contribuido a la resolución de esta discusión por medio de la antropología filosófica, y durante el desarrollo de esta epistemología, se recupera la tendencia que abarca la concepción naturalista de la naturaleza humana. Todos estos filósofos parecen, en cierta medida, coincidir en que la existencia de la naturaleza del ser humano puede asumirse como su esencia y que ésta se constituía de la capacidad de objetividad, de la conciencia de sí, de libertad y de ideación; aunado a estas características, Aristóteles añade la voluntad y la razón, también la moral y la decisión.

 

Entonces, de formas general y superficial, alcanzamos a escudriñar en los aspectos que provocan la naturaleza humana, es complejo determinar a ciencia cierta si esto es verdaderamente inherente a nuestra condición humana o es un constructo a partir de nuestra objetividad y de nuestra conciencia, y que este constructo refleja nuestra capacidad “natural” de crear, o lo contrario.

 

Si hablamos de crear(nos), de construir(nos) y de asumir la posibilidad de la manifestación permanente de una naturaleza naturalista del ser humano, ahora cabría hacernos la siguiente pregunta: ¿de qué está hecha nuestra naturaleza? En este punto se torna independiente si nuestra esencia existe per se o la creamos, ahora la discusión gira en torno a los componentes de nuestro espíritu, natural o construido.

 

Habrá quienes afirmen que el ser humano es bueno por naturaleza, esto nos puede llevar a inferir que son aspectos “bondadosos” que conforman nuestra esencia; quizás sean los valores universales e inmateriales como el amor, la paz, la justicia, la libertad y/o la belleza, pero ¿qué ocurre cuando, a través del tiempo, vemos que aún en el presente somos testigos de una lucha constante entre humanos por obtener superioridad, conquistar, oprimir, reprimir y otros tantos actos de violencia fundados en el egoísmo y en el miedo?

Pareciera que eso sí nos es natural, acabar con el otro, explotarlo, apartarlo, segregarlo, discriminarlo, incomprenderlo y aniquilarlo; son rasgos que aparentemente se escapan de los márgenes de las palabras que pudieran hacernos entender qué nos sucede como especie que se supone cuenta con la razón y con la conciencia de sí y de otros.

 

La palabra se convierte en color, en figura y en imagen para despertarnos, para que las “verdades” acerca del ser humano se digan como tienen que decirse, sin tapujos, crudas y “naturales”. El artista plástico, Santiago Fregoso, es sensible ante esta situación, pues en carne propia ha vivido como un extranjero de sus contextos que, al no entenderlo, al no abrazarlo, lo apartaron inmediata y naturalmente, le quitaron calor y lo llenaron de desapego para observar de lejos, desde su condición de extraño, cómo poco a poco el ser humano se autoaniquila, se derrumba, lo acerca a la conclusión de que somos naturalmente autodestructivos. Esta conclusión solamente la puede manifestar por medio de su trabajo pictórico, en el que sus trazos, sus colores y sus formas dan muestra de lo cruda, cruel y despiadada que es la supuesta naturaleza humana.

 

Santiago Fregoso, originario de Tlaquepaque, Jalisco, y egresado de la licenciatura en Artes Visuales para la Expresión Plástica en Pintura de la Universidad de Guadalajara, centra su obra en el drama y en la tragedia que representan la naturaleza humana recreada en ambientes permeados de frialdad y de desesperanza; refleja retratos decadentes, llenos de pavor y de locura, rasgos que exponen lo que el ser humano vive en la actualidad a causa de los estragos de un estilo de vida provenientes de una supuesta plusvalía del capitalismo que solo nos ha llevado a la autodestrucción.

 

Su obra plástica, que abarca pintura, escultura y dibujo, manifiesta la descomposición de la humanidad; su obra lastima porque es cruda y nos coloca una barrera que impide que rehuyamos a nuestra oscuridad, desgarra toda posibilidad de belleza y bondad; Santiago tiene el carácter y el temperamento para decirnos, para gritarnos, para restregarnos en la cara aquello de lo que naturalmente estamos hechos, es capaz de meter las manos en la mierda y realizar con ella el retrato más fiel de la naturaleza humana que no podemos negar, de la que no podemos escapar, por la que condenados estamos y él se encarga de simbolizarla, de tatuarla en nuestra psique para que no olvidemos lo que somos.

 
 

Vagabundo: Óleo sobre papel 60 x 50 cms. 

 
 
 

Soledad: Óleo sobre papel 50 x 35 cms. 

 

Ante el desespero: Óleo sobre tela 60 x 70 cms. 

 

El olor a carne: Óleo sobre papel 38 x 27 cms.

 

Oración: Óleo sobre tela 30 x 40 cms.

 

Feliz infelicidad: Acrílico sobre tela 40 x 60 cms.

Por: Daniel Ramírez

Facebook: Eduardo Daniel Ramírez

Instagram: @danrasil


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